
Desde
que las masas entraron por la gran puerta de la Historia de mano de
las distintas Revoluciones de nuestra Era, ya no hemos podido salir
de ella en ningún momento. Y como el curso de la historia y sus
catástrofes se ha visto acelerado de forma inédita por distintos
factores ―desde el motor de combustión interna a las burocracias
internacionales, pasando por la política de la Reserva Federal de
EE.UU.―, tomar partido no es ya tanto una posibilidad como una
obligación.
Deberíamos,
por eso, defender nuestra libertad de no pronunciarnos respecto a las
continuas preguntas e inquisiciones que sólo buscan la aquiescencia
que supone la contestación. Si no se pueden impugnar los términos
en que se plantea la pregunta, la opinión está trucada. Desposeídos
de nuestra voluntad para la satisfacción de nuestras necesidades
básicas, se nos acumulan las cuestiones de actualidad más banales
sobre las que pronunciarnos, y lo hacemos a menudo con la suficiencia
del que lo ignora casi todo. Sin emabrgo, las parcelas de nuestra
vida que han caído bajo la administración técnica de unos aparatos
inconmensurables y complejísimos, nos señalan con claridad en qué
medida nuestra opinión «a
favor o en contra»
es inoperante en cuanto a aquello que nos incumbe más directamente.
Si
con estas notas he contribuido en alguna ocasión a fomentar esa
actitud, espero que se me disculpe. Yo también soy hijo de mi
tiempo. Hace poco, un buen amigo me envió unas cuantas respuestas
contrarias a algo que yo había escrito aquí, recolectadas
pacientemente entre algunos conocidos suyos. En todas había una
exigencia que se repetía: «¿dí,
entonces, qué hacemos?»
Por supuesto, no hay respuesta a esa pregunta; al menos planteada de
ese modo. Ese es el problema: que nos vemos abocados a la inacción
cuando pensamos qué hacer y quienes tienen el poder de actuar no
saben lo que hacen.
Con
otro amigo un día pensamos un chiste gráfico, se trataba de un
cartel donde se leyese:
¿HARTO
DE ESTA SOCIEDAD DIRIGIDA Y CONTROLADA,
DE
SU DESHUMANIZACIÓN Y SU AUTORITARISMO TECNOCRÁTICO?
PULSE
AQUÍ PARA DECIR, “SI”.
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